Por una educación más humana
Mil quinientas personas acudieron en Barcelona a escuchar las propuestas de Claudio Naranjo sobre "Cómo cambiar la educación para cambiar el mundo".
«Estoy convencido que la educación será nuestra mejor esperanza, pero de ninguna manera la educación que tenemos. Tenemos una educación para que nuestra próxima generación se nos parezca, pero nos urge tener una educación que nos ayude a evolucionar –personal y socialmente- para que podamos así dejar atrás nuestras plagas», dijo el psiquiatra chileno.
Naranjo —representante de las nuevas terapias gestálticas y pionero de la psicología transpersonal— cree que el sistema educativo, por lo menos en Occidente, es un fraude, un sistema deshumanizado, automatizado y globalizado que se encuentra a merced de una fuerza invisible y poderosa que controla el dinero. «No es la guerra, ni la política ni el mercado: sólo una educación más humana puede transformar la sociedad», dijo.
Naranjo empezó a interesarse en la educación en los años 60, a raíz de un encargo que le hicieron en el prestigioso Standford Research Institute (SRI). Le pidieron que revisara todas las técnicas contemporáneas de desarrollo humano tanto surgidas en el mundo de la terapia como en el de la espiritualidad y de la educación, para buscar principios comunes. Entonces se dió cuenta de que, aunque existan esas tres instituciones tan diversas —la que se ocupa de la salud mental, la que está enfocada a la educación y la religiosa—, las tres son acercamientos a una misma realidad del desarrollo humano.
El psiquiatra chileno opina que tenemos el mundo que tenemos porque tenemos la educación que tenemos. «Necesitamos una educación para trascender la mentalidad patriarcal, raíz de casi todos nuestros problemas colectivos y meollo de nuestra siempre más grave problemática: una educación que nos inste a dejar atrás modos de pensar y vivir peligrosamente obsoletos», dijo en Barcelona.
Él cree que la educación debería de dejar de ser un traspaso de información e incluir aspectos afectivos, y está convencido de que hay que cambiar al maestro para mejorar la educación. «Se supone que un profesor es una persona que ha alcanzado un desarrollo suficiente como para poder educar y no solamente ser una máquina de transmitir información», dijo en una entrevista reciente. «Los educadores no se sienten en esa abundancia interior, se sienten bastante raquíticos como personas, y si hablamos en términos psiquiátricos, bastante enfermos».
Naranjo propone una terapia para profesores. «Los formadores precisan aprender lo que las universidades no le ofrecen: emprender un camino hondo de autoconocimiento, de sanación para convertirse en personas plenas, ancladas en su esencia; individuos con vínculos sanos», dijo a La Nación. «Creo haber desarrollado un método para lograrlo que hace hincapié en la meditación, el desarrollo de la atención, la quietud de la mente como vías de introspección. Mi teoría es que, si un maestro quiere enseñar a su alumno a ser libre, pacífico u honrado, él debe primero trabajar sobre sí mismo para alcanzar estas virtudes y luego transmitirlas.»
La escuela, según Naranjo, se usa para domesticar, y sólo produce personas egoístas, niños que no son capaces de ser felices. No está de acuerdo con el sistema de exámenes y deberes, y señala que el aprendizaje debe partir de la curiosidad natural de los niños, de su deseo de aprender. El método de repetir una y otra vez sólo sirve, según Naranjo, para reducir el deseo natural de aprender y matar la curiosidad. Los colegios «deben transmitir conocimientos y estimular el desarrollo de habilidades, pero sin descuidar la individualidad de cada alumno, sus aptitudes y deseos», dijo. «Si vivimos desconectados de nosotros mismos, siempre buscaremos llenar un vacío interior en el exterior».
Mil quinientas personas acudieron en Barcelona a escuchar las propuestas de Claudio Naranjo sobre "Cómo cambiar la educación para cambiar el mundo".
«Estoy convencido que la educación será nuestra mejor esperanza, pero de ninguna manera la educación que tenemos. Tenemos una educación para que nuestra próxima generación se nos parezca, pero nos urge tener una educación que nos ayude a evolucionar –personal y socialmente- para que podamos así dejar atrás nuestras plagas», dijo el psiquiatra chileno.
Naranjo —representante de las nuevas terapias gestálticas y pionero de la psicología transpersonal— cree que el sistema educativo, por lo menos en Occidente, es un fraude, un sistema deshumanizado, automatizado y globalizado que se encuentra a merced de una fuerza invisible y poderosa que controla el dinero. «No es la guerra, ni la política ni el mercado: sólo una educación más humana puede transformar la sociedad», dijo.
Naranjo empezó a interesarse en la educación en los años 60, a raíz de un encargo que le hicieron en el prestigioso Standford Research Institute (SRI). Le pidieron que revisara todas las técnicas contemporáneas de desarrollo humano tanto surgidas en el mundo de la terapia como en el de la espiritualidad y de la educación, para buscar principios comunes. Entonces se dió cuenta de que, aunque existan esas tres instituciones tan diversas —la que se ocupa de la salud mental, la que está enfocada a la educación y la religiosa—, las tres son acercamientos a una misma realidad del desarrollo humano.
El psiquiatra chileno opina que tenemos el mundo que tenemos porque tenemos la educación que tenemos. «Necesitamos una educación para trascender la mentalidad patriarcal, raíz de casi todos nuestros problemas colectivos y meollo de nuestra siempre más grave problemática: una educación que nos inste a dejar atrás modos de pensar y vivir peligrosamente obsoletos», dijo en Barcelona.
Él cree que la educación debería de dejar de ser un traspaso de información e incluir aspectos afectivos, y está convencido de que hay que cambiar al maestro para mejorar la educación. «Se supone que un profesor es una persona que ha alcanzado un desarrollo suficiente como para poder educar y no solamente ser una máquina de transmitir información», dijo en una entrevista reciente. «Los educadores no se sienten en esa abundancia interior, se sienten bastante raquíticos como personas, y si hablamos en términos psiquiátricos, bastante enfermos».
Naranjo propone una terapia para profesores. «Los formadores precisan aprender lo que las universidades no le ofrecen: emprender un camino hondo de autoconocimiento, de sanación para convertirse en personas plenas, ancladas en su esencia; individuos con vínculos sanos», dijo a La Nación. «Creo haber desarrollado un método para lograrlo que hace hincapié en la meditación, el desarrollo de la atención, la quietud de la mente como vías de introspección. Mi teoría es que, si un maestro quiere enseñar a su alumno a ser libre, pacífico u honrado, él debe primero trabajar sobre sí mismo para alcanzar estas virtudes y luego transmitirlas.»
La escuela, según Naranjo, se usa para domesticar, y sólo produce personas egoístas, niños que no son capaces de ser felices. No está de acuerdo con el sistema de exámenes y deberes, y señala que el aprendizaje debe partir de la curiosidad natural de los niños, de su deseo de aprender. El método de repetir una y otra vez sólo sirve, según Naranjo, para reducir el deseo natural de aprender y matar la curiosidad. Los colegios «deben transmitir conocimientos y estimular el desarrollo de habilidades, pero sin descuidar la individualidad de cada alumno, sus aptitudes y deseos», dijo. «Si vivimos desconectados de nosotros mismos, siempre buscaremos llenar un vacío interior en el exterior».
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