sábado, 14 de junio de 2008

Denise Dresser sobre Carlos Salinas de Gortari

Denise Dresser, la destacada politóloga y periodista mexicana, acaba de escribir sobre el libro "La Década Perdida" de Carlos Salinas de Gortari. Dresser, cuya característica fundamental es ser tan irónica como directa, nos brinda una columna que merece ser leída, más aún cuando el libro del ex presidente mexicano está generando polémica en su país.

Yo no fui
"Yo no fui, fue Teté; pégale, pégale que ella fue", dice la rima infantil que describe el posicionamiento de Carlos Salinas en su nuevo libro. A lo largo de 557 páginas manipuladoras y repletas de verdades a medias, intenta colocar la responsabilidad de la "década perdida" entre 1995-2006 sobre los hombros de todos, exceptuando los suyos. Enlista efectos sin explicar causas. Atribuye errores sin aceptar cómo su gobierno contribuyó a producirlos. Pero lo más criticable no es la abdicación del ex Presidente sino su autoengaño: Salinas defiende un proyecto de "modernización" mal concebido y mal instrumentado con resultados nocivos que el país todavía padece. Condena el neoliberalismo pero precisamente su sexenio le dio mala fama. Hoy es difícil construir un consenso para reformar a México, por el legado tóxico que Carlos Salinas dejó tras de sí.Salinas escribe que no busca hacer un análisis sino presentar una narrativa, y vaya que lo logra. Su libro es el mejor ejemplo de política-ficción publicado en los últimos 30 años. A lo largo de ocho capítulos surge una visión fantasiosa del salinismo que sólo existe en la cabeza de quien lo encabezó. Salinas, el que nunca buscó promover el "Consenso de Washington" cuando allí están las privatizaciones para probarlo. Salinas el que nunca sucumbió al clientelismo promovido por el Estado, cuando allí está Solidaridad para evidenciarlo. Y para justificar decisiones aparentemente contradictorias argumenta que su gobierno no fue "neoliberal" ni "populista" y en estricto sentido tiene razón. Combinó estrategias de ambos enfoques, creando un modelo híbrido que minó la modernización anunciada.Qué difícil es defender lo indefendible y por ello el objetivo del ex Presidente resulta tan fallido. Salinas escribe con el afán de encumbrar la "Tercera Vía" que supone inauguró, sin entender sus costos. La politización de la economía que el modelo salinista reforzó. El desvirtuamiento de las reformas sobre el cual fue fundado. El equipo de Salinas instrumentó un paquete de políticas públicas plagado de contradicciones y decisiones contraproducentes. Por un lado promovió medidas cuyo objetivo era liberalizar los mercados, pero por otro usó medidas discrecionales para determinar quiénes serían los verdaderos ganadores allí. Por un lado intentó sacudir al capitalismo mexicano con las privatizaciones y el TLC, pero por otro mantuvo las mismas reglas de siempre al permitir la protección y la promoción de cómplices clave. Por un lado promovió la liberalización económica, pero por otro mantuvo la compensación populista. Por un lado promovió la "participación popular" mediante el Pronasol, pero por otro inhibió la democratización del sistema político.Esta mezcla inestable de políticas neoliberales y neopopulistas creó condiciones que llevaron a la crisis de 1994-1995, preludio y razón parcial de la década perdida. "Después de mí, el diluvio", dice Carlos Salinas cuando él y quienes lo rodearon -por acción, omisión o colusión- invocaron la lluvia. "¿Por qué se los quitaste?", reprocha el hombre responsable de dejar la casa prendida con alfileres. "Existía un problema mas no una crisis", insiste el ex Presidente que minimiza la gravedad del entorno en el cual abandonó al país. "La culpa es del error de diciembre", reitera quien no tomó las acciones necesarias en octubre o noviembre. Como señala el libro editado por Moisés Naím y Sebastian Edwards, Mexico 1994: Anatomy of an Emerging-Market Crash, el equipo económico "más inteligente del mundo" tomó las decisiones más estúpidas.La combinación de estrategias neoliberales y neopopulistas -llevada a cabo en un contexto en el cual Salinas estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para perpetuar al PRI en el poder- resultó ser económica y políticamente insostenible. El salinismo fue culpable de la catástrofe que desató. Ésa es la verdadera historia del sexenio y sus secuelas, ausente en la narrativa de quien se muestra renuente a contarla con honestidad. La sobrevaluación del peso y el déficit de cuenta corriente que el gobierno ignoró. La política fiscal y monetaria irresponsable a lo largo de 1994 que el gobierno permitió. La bomba de tiempo de los Tesobonos que el gobierno activó. La falta de regulación del sector bancario que el gobierno aceptó. La alianza simbiótica con los intereses creados que el gobierno construyó. La falta de transparencia en la toma de decisiones económicas que el gobierno solapó. La ausencia de rutas verdaderamente democráticas para la participación que el conflicto en Chiapas evidenció. La construcción de fábricas de millonarios monopólicos a través de la privatización que el gobierno emprendió.Salinas describe acertadamente al país atorado, aletargado, desanimado que prevalece hoy. Pero en gran medida, él mismo aseguró ese desenlace con el tipo de "modernización" que instrumentó. El liberalismo social combinó lo peor de ambos mundos: promovió políticas de mercado sin la regulación suficiente para que funcionaran de manera eficaz, y promovió la compensación popular pero de manera clientelar y antidemocrática. Mucho de lo que Salinas critica del México actual es resultado de lo que hizo o dejó de hacer. Si hoy "los grupos tradicionalistas encontraron una nueva oportunidad para tratar de recuperar las cuotas de poder real perdidas" es porque él los empoderó. Si hoy prevalecen los oligarcas es porque él los engendró a través de información privilegiada y transacciones supervisadas por su hermano Raúl. Si hoy el populismo autoritario cobra nueva vida es porque él enseñó cómo utilizarlo. Si hoy no existen consensos sobre cómo modernizar a México es porque su gobierno hizo impopulares los métodos para lograr ese objetivo.Poco importa si Carlos Salinas sigue viviendo en el autoengaño y escribiendo libros que lo constatan. Poco importa si publica obras mal escritas e intelectualmente deshonestas que en realidad sólo sirven -por su tamaño y su peso- para mantener abierta la puerta del garage. Lo lamentable es que muchos obstáculos que explican la parálisis de los últimos 10 años fueron colocados por el propio ex Presidente. Lo grave es que el proceso modernizador -basado en mercados funcionales que aseguran el crecimiento económico y la redistribución de la riqueza- encuentra pocos adeptos. Lo condenable es que los instrumentos que México podría y debería usar para remontar la década perdida fueron desacreditados por quien los usó mal. El hombre que insiste en "la urgencia de una nueva alternativa" para la modernización del país es el mismo que la saboteó. Aunque repita "yo no fui".

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